La obra de Michel Houellebecq ha sido asociada a la figura del escritor neoreaccionario, al intelectual de extrema derecha que multiplica en sus novelas un discurso sexista, islamófobo e identitario. Y con justa razón, pues tal era el efecto que el novelista deseaba provocar en sus lectores. Pareciera que cada aparición pública de Houellebecq estuviera meticulosamente orquestada para provocar el odio de los sectores más progresistas de la sociedad francesa. ¿Pero no habría allí, en ese personaje repulsivo que se complace imaginado que será confundido con el narrador de sus novelas, una violenta acusación contra una sociedad infatuada de sí misma? ¿Y si ese deplorable actorsucho fuera en realidad un travestista, un “perfecto comediante” que se divierte burlando y fustigando a sus lectores? Aunque irritante, la hipótesis es plausible. Bastaría mirar bajo otro ángulo al novelista que sigue desconcertando al mundo occidental.